En la Cuerda Floja

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Manuel Cruz

@cruzderivas

Durante una escena en En La Cuerda Floja, Philippe Petit (Joseph Gordon- Levitt) es confrontado por sus amigos respecto a su ambicioso plan: Colgar un cable entre ambas Torres Gemelas y caminar en él. Lo ven imposible. No hay forma de que esto salga sin que alguien los atrape, mucho menos cuando las torres apenas han sido construidas. Pero Petit se resiste, enfático: Tiene que ser ahora, antes de que a alguien más se le ocurra.

Curiosamente, la última cinta de Robert Zemeckis es la antítesis de aquella situación: Philippe Petit ya caminó entre las torres gemelas en 1974, ya escribió un libro al respecto, y fue protagonista de Man on Wire, excelente documental de James Marsh que resucitó a Petit y su legendaria proeza, alcanzando un nivel de popularidad y elogio que terminó con un Óscar a Mejor Documental en 2008. ¿Qué puede hacer el director de Volver Al Futuro y Forrest Gump, entre otras, con esta situación?

Joseph Gordon-Levitt interpreta a Philippe Petit
Joseph Gordon-Levitt interpreta a Philippe Petit

No mucho, más allá de adaptar otra historia real y contada a las costumbres hollywoodenses, decisión que literalmente desemboca en una noticia buena y otra mala.

La mala es que Zemeckis pierde una gran oportunidad durante el primer acto de su historia, donde Petit recuerda, mediante un eficaz uso de Voz en Off, los orígenes de su pasión por la acrobacia, en especial el acto de la cuerda floja. Pero la narrativa es acelerada, esencialmente mostrando pequeñas secuencias donde Petit ve lo que quiere hacer por el resto de su vida durante la infancia, comienza a practicar, se gana el desprecio de sus padres, y se enfrenta a los personajes y situaciones que lo ayudarán a ejecutar su plan maestro. En ese sentido, la relación entre él con Papa Rudy (Ben Kingsley), un acróbata transformado en entrenador y guía, es veloz, y poco enfocada en por qué Petit hace lo que hace, ciertamente una pregunta interesante para un hombre que caminó entre las Torres Gemelas.

La carencia de exploración narrativa, y las decisiones de estilo que la acompañan (donde la más notable es presentar los mejores logros de Philippe ante una musicalización orquestal que se ha visto - y escuchado - hasta el cansancio y es típica de la intervención Hollywoodense) también reduce las oportunidades de un curioso ensamble actoral: Mientras que en Man On Wire, el verdadero Philippe Petit adapta su identidad francesa a la vida estadounidense, Joseph Gordon Levitt toma el camino inverso. Su caracterización como el acróbata francés es acertadamente exacta, al igual que su acento. Por momentos, el pasado de Petit se vuelve creíble (sobre todo al no estar rodeado de quince violines invasores) Sólo queda desear que Zemeckis hubiera pasado más tiempo en los orígenes.

Porque la segunda parte de su historia es, aún con imprecisiones, lo visto en Man on Wire ¿Qué queda entonces? La buena noticia.

El cine de ficción parece enorgullecido al afirmar que algunas de sus historias fueron reales. Es la cereza final al espectáculo: Presentar algo tan extraordinario que su presencia en el mundo cotidiano se vuelve casi imposible de creer. Hacer de la exageración un hecho. Y Zemeckis lo logra: Si bien hay varias fotografías de la caminata de Petit (gran parte de ellas evidenciadas en Man on Wire), son imágenes fijas, ya sea desde el suelo o el tejado de una de las torres. El panorama es hermoso, pero a veces se quiere ver de cerca. O sentir el viento. O cortar entre la serenidad de Petit a cientos de metros de distancia, y el estrés de su audiencia, tan abajo. Hacer de Vértigo una moda del pasado, y competir con la adrenalina de Gravity, aún si Emmanuel Lubezki no está detrás de la cámara.

Y Zemeckis lo logra. Los últimos 30 o 40 minutos de En La Cuerda Floja, la consumación del acto que Petit - y la audiencia con él - ha estado esperando aún provocan escalofríos al escribir sobre ellos. El cine aún tiene la extraordinaria habilidad de sorprender, resultado de una dirección paciente, y música que sigue sus pasos en vez de invadirlos (por una vez) Esta secuencia es sin duda el punto más notable de En La Cuerda Floja, pero también puede recordar la decepción en todo lo que le precede. Zemeckis buscaba un espectáculo, y lo consigue, porque el acto en si fue espectacular (de ahí la necesidad de profundizarlo con técnica cinematográfica) Pero el hombre detrás de la cuerda merece el mismo detalle.