John Carter. Demasiado croma puede perjudicar seriamente su salud

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Arrancó la IX edición de la Muestra SyFy de Madrid con el ansiado estreno de la superproducción de Disney John Carter, la versión cinematográfica del Una Princesa de Marte, novela de fantasía de uno de los maestros del género, Edgar Rice Burroughs.

Si bien no es el primer intento de versionar las historias del capitán Carter (hubo una versión para video protagonizada por Traci Lords), si es la primera vez que lleva marchamo de superproducción y para ello, la productora estadounidense encargó la labor al oscarizado Andrew Stanton, el aclamado director de Pixar que estaba al cargo de la sala de máquinas en obras como Toy Story o Finding Nemo entre otras.

John Carter narra las desventuras de un capitán confederado que tras la contienda civil estadounidense narradas a través de un diario a su sobrino, un joven Burroughs, que en un momento dado y perseguido por los apaches, se refugia en una cueva que le teletransportará a un Marte habitado por dos razas humanoides, una de ellas en permanente guerra civil, y la otra en un estado civilizado próximo a la barbarie. Ayudado por la diferencia de gravedad que le provee de una fuerza colosal, el capitán Carter se convertirá en un elemento capaz de desequilibrar el balance de fuerzas marcianas.

Dice la gente que entiende de cine, que para que una película sea buena, debe tener al menos tres de los siguientes elementos, una buena fotografía, un buen sonido, un buen guión y una buena interpretación. Si nos atenemos a esta definición, nos puede resultar enormemente complicado sacar algo positivo de la película. La fotografía aparece marcada por el exceso de efectos digitales y un abuso del croma para generar escenarios imposibles en lo que parece ser un intento fallido de llevar actores de carne y hueso al cine de animación donde Stanton se mueve con más soltura. Por momentos el espectador se ve saturado con tal volumen de colores y arquitecturas imposibles que termina por alejándolo de la pantalla y convirtiéndolo en mero observador impávido. El guión deja mucho que desear, con diálogos que rozan el ridículo en ocasiones y que malogran el intento de sacar algo correcto por parte de los actores. Así las cosas, nos podemos quedar sólo con el sonido de la película, extraordinario, majestuoso, tanto en su banda sonora como en los efectos acústicos. Eso sí, hay que reconocer en la película parte de la imaginería que Burroughs introduce en sus novelas

En cualquier caso, la película se presenta como un experimento fallido, excesivo en su metraje, con un esquema más propio del cine de aventuras (las referencias a El Rey Escorpión son contínuas) que del de ciencia ficción, que fuerza en demasía una historia de amor (no puede faltar) como forma de redención del atormentado protagonista.