En la década de los treintas, no existía la televisión ni el Internet, y el radio no tenía el impacto visual necesario para anunciar el estreno de una nueva cinta, así que la publicidad de las mismas se apoyaba prácticamente en las revistas. Así que los estudios necesitaban alguna forma de logar un público cautivo, que les asegurara la entrada de espectadores incluso sin tener una idea clara de lo que la película ofrecería. Fue por ello que se crearon los seriales, historias de veinte minutos a media hora, que se proyectaban antes de la película principal, y que juntos formaban una historia completa. La idea era que los asistentes quedaran capturados por la expectación, y volvieran a la quincena siguiente. De hecho, fueron tan eficaces, que muchas personas asistían a la sala exclusivamente por el serial, y se salían al comenzar la cinta. Este género se mantuvo vivo hasta la década de los cuarentas, aunque aún a principios de los cincuentas se produjeron algunas.
Al hacerse más caras las producciones regulares, los seriales fueron desapareciendo, por falta de presupuesto. Sin embargo, fueron los iniciadores de géneros enteros, e incluso de convenciones cinematográficas, como el cliffhanger. En sí, las telenovelas y las series televisivas vienen a ser las herederas de este estilo.