Hagen y Yo

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Manuel Cruz

@cruzderivas

Una de las características esenciales de la teoría evolutiva de Charles Darwin es el proceso de selección natural: Donde solamente un grupo de especies logra sobrevivir eventos que afectan radicalmente a su estilo de vida. La existencia del ser humano es consecuencia directa de la selección natural, pero en el caso de Hagen y Yo, el imperio antropocentrista también es autor de un agresivo odio hacia los perros: La pequeña ciudad de Hungría donde Lili (Zsófia Psotta) debe pasar una temporada a regañadientes con su padre (Sándor Zsótér) no acepta canes en la vía pública, y la gran mayoría de ellos pertenece a una perrera que hace fachada de verdugo animal. Hagen, el eterno amigo de Lili, perro de raza impura, se vuelve objeto de odio por su padre y su violento maestro de música, que prefiere desarrollar el talento de la joven como trompetista en vísperas del concierto local. Muy pronto, la situación llega a un punto de quiebre, y Lili se despide abruptamente de su amigo, abandonado en mitad de la calle y con el destino - al igual que ella - de crecer en un nuevo mundo.

Lili y Hagen
Lili y Hagen

Hagen y Yo comparte algunos elementos de estilo con anécdotas sobre la reunión entre humano y animal. Aún cuando parte de la cinta se enfoca en el crecimiento de Lili como mujer, y sirve para demostrar el talento en potencia de Zsófia Psotta, gran parte de la cinta retrata las aventuras de Hagen en la vasta ciudad, su breve carrera como perro de lucha, y las frecuentes reuniones con un pequeño ejército canino, que, más adelante, protagoniza una serie de coreografías profundamente conmovedoras. Los perros son la estrella. Pero la obra de Kornél Mundruczó, (co-escrita con Viktória Petrányi y Kata Wéber) no es 101 Dálmatas. No es Bingo. No es BeethovenHagen y Yo tiene una historia (una intrigante y sorpresiva historia), pero quizás el elemento más revelador de la cinta surge al verla como una tesis fríamente sencilla, y muy presente en la cotidianidad humana: El ser más evolucionado sobrevivió la selección natural, pero también es cruel con aquel que considera inferior. Hagen y Yo es un desafío a aquella tesis, ejecutado en maneras indescriptibles, pero sin duda pertenecientes a los grandes momentos cinematográficos del año.

En el universo de animales en el cine, quizás dominado por una trayectoria de redención en favor del humano, Hagen y Yo también se vuelve una cinta que los niños deberían ver, a pesar de la ocasional violencia gráfica en algunas escenas. En lugar de ser una cinta sobre los animales de la ilusión, criaturas aparentemente llenas de vida y siempre atentas al control de su aparente dueño, es una historia sobre perros de verdad. A pesar de ser una cinta con secuencias de acción mamífera comparables a lo visto en otras películas, es un discurso sobre la crueldad. A pesar de ser una película de ficción, donde ningún perro (o humano) fue lastimado, es un mensaje, y uno que el mundo entero debería escuchar, cual aullido nocturno e imprevisto.