Xenia

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Manuel Cruz

@cruzderivas

Así como La Bicicleta Verde lo hizo para Arabia Saudita, la historia de Xeniasirve como presentación de un estado social, más allá de ser un excelente relato sobre la solidaridad fraternal. El viaje de Dany (el espectacular Kostas Nikouli en su debut) a Creta tras la muerte de su madre no sólo es escenario de su transformación emocional, también es comparable a la lucha entre Dos Europas: La ilusión original del Euro, quizás símbolo final de la posguerra, contra la actual crisis económica, y la depresión consecuente que arrastra países hacia un nuevo estado de temor.

Kostas Nikouli logra uno de los personajes más entrañables del año en su papel como Dany
Kostas Nikouli logra uno de los personajes más entrañables del año en su papel como Dany

Bien se sabe que Grecia ha recibido el golpe más fuerte, y aunque Xenia no enmarca la situación con una rigidez y frialdad comparable a Jaime Rosales y Hermosa JuventudPanos H. Koutras (director y guionista) ciertamente no la ignora: El hermano de Dany, Oddyseas “Ody” (Nikos Gelia), trabaja en el equivalente nacional de un Subway, vive en un departamento modesto, y teme por su futuro ante la falta de una identidad nacional, y la probable deportación que le espera tras cumplir los 18 años, consecuencia de su media sangre Albanesa. El contexto que los rodea no es favorable: La crisis económica también ha generado una furia hacia los inmigrantes, y la búsqueda de Dany y Ody por su padre (que se convirtió en un poderoso político griego tras abandonarlos durante su infancia) se vuelve la mejor, aunque incómoda opción para sobrevivir. Es una opción factible, al menos. Pero regresando a la lucha entre ilusión y realidad, Dany tiene un sueño muy especial para su hermano: Convertirlo en la siguiente estrella del canto griego mediante un programa de talento en televisión, así garantizando un futuro económico - y emocional - con el exitoso encuentro de su padre.

La premisa viene como anillo al dedo para una narrativa convencional de Hollywood: El viaje de dos marginados que encuentran la felicidad mediante el estrellato y la unión familiar. Pero Europa es distinta, muchas veces en su cine, y sin duda en la realidad: El road movie fraternal provoca momentos de nostalgia y frustración, en mitad de una tierra baldía que a veces se cubre con la imaginación adolescente de Dany, siempre acompañado de un conejo blanco que podría añadir una interesante perspectiva a la historia. Pese a seguir ciertas tradiciones del género, nada está claro durante la narrativa de Xenia, lo cual la convierte en una experiencia genuinamente sorprendente: Los giros de tuerca se presentan mediante Dany, un adolescente orgulloso de su homosexualidad extrovertida que explota en frustración ante los golpes de la realidad que tiene enfrente. Es una pérdida de ilusión agridulce, magistralmente ejecutada por Kostas Nikouli, ofreciendo un personaje que trasciende - como el resto de la cinta - las potenciales expectativas de su estereotipo y, en el inesperado final, se convierte en uno de los iconos más verosímiles y memorables del año.

Xenia ha sido vendida como “la nueva odisea griega”, y la comparación es razonable: Su historia funciona como recordatorio sobre el valor de la narrativa en tiempos difíciles, y el poder de conciencia que esta puede imperar frente a una sociedad. Es una cinta esperanzadora, sólo ante el futuro emocional de sus protagonistas: El destino de Grecia está en otras manos, pero el presente se puede arreglar, al menos para Dany e Ody. La relación entre ambos conlleva una solidaridad sin pudor que, en tiempos difíciles, sirve de inspiración a muchas parejas e la realidad. Y en el caso del cine, termina por convertir a Xenia en la película del año.