Jeremy Saulnier: el revisionista del cine de género

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Puede ser un poco difícil mencionar directores contemporáneos de cine de género de los que estaremos hablando dentro de unos 20 ó 30 años y tomarlos como referentes del mismo modo en que lo hacemos actualmente con figuras como John Carpenter, Wes Craven o David Cronenberg. No lo digo porque no existan excelentes cineastas dentro de este terreno, sino porque es una tarea muy difícil labrarse un estilo propio e innovar a estas alturas donde ya hemos visto las tretas de cada género cinematográfico ser reutilizadas hasta el cansancio. Sin embargo, vale la pena arriesgarse y decir que el siguiente nombre será uno de esos que quedará incrustado en la memoria cinéfila: Jeremy Saulnier.

Es posible que no les suene de nada pero quizás han visto alguna de sus tres películas: Murder Party (2007), una comedia de terror sobre un grupo de artistas contemporáneos que secuestran a un hombre para convertirlo en su nueva “obra de arte”; Blue Ruin (2013), un thriller de venganza protagonizado por un vagabundo que sin querer inicia un ciclo de violencia que parece inacabable; y Green Room (2015), un film de suspenso y horror sobre una banda de hardcore punk que queda atrapada en un local de neo-nazis tras haber presenciado un homicidio.

En CINE3 queremos darle un vistazo al estilo de este gran director y animarlos a que conozcan su trabajo. Aclaramos que este artículo se basa principalmente en Blue Ruin y Green Room puesto que no obstante Murder Party es parte vital de su corta filmografía, Saulnier aún mostraba bastante amateurismo y no tenía tanta claridad sobre lo que deseaba expresar.

Directo al grano

Las personas complicamos todo innecesariamente y a veces el cine sufre de ese mal. M. Night Shyamalan es alguien que podría dictar un master class sobre este mantra puesto que ha fundido dentro de su estilo el incluir una vuelta de tuerca en sus películas sin importar lo forzada que sea. La reflexión que queda de esto es: ¿Es tan necesario complejizar una trama que en apariencia es sencilla? ¿se deben forzar giros inverosímiles en pro de hacer que la historia luzca como una muestra del “gran intelecto” del guionista?

Uno de los aspectos más fascinantes del cine de John Carpenter es su sencillez y para dejarnos de rodeos, hablemos en el mismo idioma de Saulnier y referenciemos una de las producciones clásicas que lo llevó a realizar Green Room: Assault on Precinct 13 (1976). En este queridísimo film de culto un grupo de personas quedan atrapadas en una comisaría y se ven obligadas a sobrevivir al ataque de una numerosa pandilla. Carpenter no necesita una trama enrevesada para brindarnos una cinta tensa y divertida. Sin embargo, cuando la analizamos detalladamente nos damos cuenta de muchos detalles que le brindan capas extra de complejidad. Por ejemplo, lo misterioso del personaje de Napoleon Wilson (Darwin Joston), un convicto del que nunca sabemos con exactitud qué crimen cometió ni por qué le llaman Napoleon y que, en el fondo, no luce como un mal tipo; o Leigh (Laurie Zimmer), secretaria de la comisaría que se establece como un poderoso personaje femenino que no necesita depender de los hombres y a quien Carpenter le da unas cuantas líneas de diálogo que refuerzan dicho subtexto.

Con el cine de Saulnier ocurre algo similar. Cuando miramos sus historias a un nivel macro encontramos que son bastante simples pero al analizarlas a un nivel micro podremos hallar detalles que la complejizan un poco más. Green Room es un ejercicio en tensión que podemos resumirlo con la simple idea de “punks vs neo-nazis” y aun así poseé personajes tridimensionales que nos dejan con curiosidad sobre quiénes eran ellos antes de los sucesos del filme. Por ejemplo, Darcy, el líder de los skinheads, demuestra tanta experticia para lidiar con el problema en el que todos están involucrados que nos deja imaginando la clase de cosas horribles que habrá hecho en su pasado. A esto se le suman otras particularidades, como mi favorita a nivel personal: el detalle de la banda en la isla desierta: Al inicio de la película le preguntan a los miembros de Ain’t Rights (la banda de hardcore punk protagonista) cuál banda elegirían para llevar a una isla desierta. Estos responden con agrupaciones que se esperarían de un grupo de punks, tales como Misfits, Poison Idea o Cro-Mags. Más adelante, los jóvenes confiesan cuáles son sus verdaderas bandas favoritas antes de enfrentar a los skinheads y mencionan grupos y artistas como Simon & Garfunkel, Prince y Madonna. Esto no sólo brinda un momento de camarería entre ellos antes de enfrentarse a lo que posiblemente será su muerte sino que los humaniza, muestra que son más que un estereotipo y como cualquier persona del común también disfrutan la música mainstream. Con un pequeño detalle como este Saulnier le da autenticidad a cada uno de sus personajes.

Así pues, su cine le apuesta al equilibrio entre estilo y sustancia, abraza el minimalismo narrativo distribuyendo correctamente los tiempos entre cada escena, evita diálogos sobre-expositivos y se deshace de todo lo que no haga mover la historia. Pero recuerden: "menos es más" no significa que no existan niveles de complejidad tales como los mencionados arriba.

La ultraviolencia como catarsis

Si hay un cineasta que ha banalizado la sangre y violencia dejándolo en un modo de entretenimiento y no un recurso narrativo de shock sobre el cual se puede reflexionar es Quentin Tarantino. El autor la exagera, la caricaturiza y la convierte en motivo de risas, lo cual es un acercamiento válido e interesante hacia la estética de la violencia pero que no deja ver la cara más oscura y brutal de ésta. Miremos la otra cara de la moneda.

Sobre la violencia en The Wild Bunch (1969), Sam Peckinpah decía:

“Es fea, despiadada y un desastre total; no es diversión y juegos y vaqueros e indios. Es una cosa terrible y fea, y aun así hay cierta reacción que se obtiene de ella, una emoción, porque todos somos personas violentas".

‘Bloody Sam’—como le apodaron seguidores y críticos debido a sus brutales películas—creía en purgar a la audiencia de violencia al mostrarla explícita en pantalla. Ésta es, en cierto modo, emocionante en sus filmes pero difícil de ver (teniendo en cuenta los estándares de la época); no es divertida. Otros directores utilizan la violencia de maneras similares: Martin Scorsese la retrata de modo realista en sus crudos relatos sobre la vida criminal; Nicolas Winding Refn la considera un fetiche necesario en el cine, con posibilidades de ser expresada artísticamente; Park Chan-wook a veces la sugiere y otras veces la muestra explícita, pero siempre analiza sus implicaciones de manera seria y madura. Ahora, Saulnier se une a este grupo de cineastas que toman la violencia como algo serio y aprovecha para reflexionar constantemente sobre ella.

En Blue Ruin nos cuenta la historia de un vagabundo que decide hacer justicia por cuenta propia. El primer asesinato marca la brutalidad con la que se retratan las escenas más viscerales de la película. Son hiperrealistas, sangrientas y no muy agradables de ver pero tanta crudeza no está allí por el simple hecho de satisfacer el morbo del público sino que ayuda enormemente a transmitir la idea de que la venganza es absurda y banal. Saulnier nos muestra que la violencia sólo genera más violencia y así como su protagonista se hastía de haber generado un sangriento ciclo del que no quiere hacer parte, busca hastiarnos a nosotros con su excesiva explicitud… Y funciona. A esto se refería Peckinpah con su visión sobre la violencia: emociona pero al mismo tiempo no es un juego.

El derramamiento de sangre en el cine de Saulnier también posee graves consecuencias. A medida que avanza Blue Ruin surge la pregunta: ¿es Dwight (Macon Blair), el protagonista, un hombre bueno que se vio arrastrado hacia una situación difícil por dejarse llevar de sus emociones más intensas o es, sin querer, el “malo” de esa historia? Esta duda aparece a causa de la reflexión que se hace sobre el asesinato inicial y sus posteriores implicaciones. Dicha reflexión incluye una de las escenas más desgarradoras del largometraje (la cual ni siquiera incluye muertos): se trata de Dwight contándole a su hermana que acaba de matar al hombre que les destruyó la vida (tranquilos, es un spoiler mínimo y ocurre en el primer acto de la película). La hermana se alegra parcialmente por la noticia pero Dwight está destruido al saber que fue capaz de asesinarlo. En Green Room el director también aprovecha un momento crucial de la película para cuestionar la ultraviolencia. En un instante de aparente calma, uno de los protagonistas asesina a un skinhead y el otro le replica consternado: “¿vamos a hacer eso?”, lo cual se traduce en “estamos pasando una noche infernal y, ¿ahora nos vamos a convertir en lo mismo que ellos?”.

La violencia de Saulnier no es acerca del espectáculo y el shock que trae consigo, sino sobre su impacto en las personas. No es gratuita, es un recurso narrativo.

https://www.youtube.com/watch?v=QE2QlUgKx74

Primero la naturalidad, después lo cinematográfico

Con el permiso de ustedes, retomaré lo contado en este artículo sobre Blue Ruin lo cual es lo más cercano a un spoiler que podrán hallar aquí: la película inicia con la promesa de ser una cinta de misterio y venganza y el acto de violencia llega pasados los primeros quince minutos de metraje. Bastante inesperado para el género puesto que lo convencional sería ver al héroe atravesando una serie de dificultades para lograr su objetivo cerca del final del audiovisual. Sin embargo, Saulnier ubica la venganza en el primer acto y termina relatándonos cómo el protagonista se las arregla con dicha situación y con el violento ciclo que provoca. Esta es la sorpresa inicial, luego viene una aún mayor: Dwight es la persona menos indicada para llevar a cabo un trabajo tan sangriento. Escena tras escena el director refuerza lo ridículamente incapaz que es él para lidiar con algo tan grave hasta el punto de convertir su ineptitud en un factor oscuramente cómico. Dwight no sabe manejar un arma y falla al disparar incluso si su enemigo está en frente suyo; lo hieren, trata de hacerse una curación y de igual modo termina yendo al hospital al ver que no es capaz de realizarla; crea una emboscada donde no sabe cómo actuar, duda y comete gran cantidad de errores. El director se burla de la ingenuidad de su personaje para mostrarnos que esta es una situación donde él no debería estar.

De manera similar actúa la lógica de Murder Party y Green Room. En el caso de la primera, un hombre común y corriente debe encontrar la forma de luchar contra unos artistas posmodernos que quieren asesinarlo; en la segunda, unos punks sin la más mínima muestra de capacidades de supervivencia están rodeados de skinheads neo-nazis que parecen expertos en técnicas de aniquilamiento. Ambas películas proceden espontánea y súbitamente, en especial Green Room. En ella, la mayoría de espectadores harán suposiciones sobre quiénes serán los sobrevivientes o imaginarán que los punks se convertirán en máquinas de matar. Spoiler mínimo: no lo hacen. Son personas normales que están tan asustadas como lo estaríamos nosotros en la misma posición. Todos somos conscientes que por nervios, miedo y la necesidad de pensar rápido cometeríamos tantos errores como los personajes de Green Room en su lucha por sobrevivir. Así pues, los personajes de Saulnier se sienten vulnerables y reales, no son figuritas de acción a las que un deus ex machina los salvará.

Y aquí va el núcleo de este punto: para el director, vale más la naturalidad que las convenciones cinematográficas. No es un seguidor de escribir acciones y situaciones que se sientan forzadas para cumplir con las reglas del género. De hecho, el método de escritura de Saulnier es curioso; por un lado, se basa en la ‘escritura de método’, es decir, se mete de lleno en la cabeza de sus personajes y trata de inyectarles los pensamientos más humanos posibles. Permite que sean impetuosos y estén llenos de vulnerabilidades, produciendo así una sensación de inestabilidad e imprevisibilidad constante. Por otro lado, trabaja el guion con una ‘estructura invisible’. Trata de explorar nuevos territorios narrativos, se da el lujo de ser impulsivo al escribir, complica las cosas hasta que no haya solución y, como lo menciona él, sus personajes mueren cuando falla como guionista al intentar buscarles una salida.

Para un director con un estilo atípico, es de esperar un proceso como este en el que se rompen varias reglas básicas de guion. Sin duda es admirable el atrevimiento de irse por un camino cuyos resultados pueden parecer anticlimáticos en pro de una naturalidad que no se obtiene de otras películas de género. Debido a esto, la imprevisibilidad ha sido un factor esencial en “la trilogía del protagonista inepto” (como le llama Saulnier a sus tres filmes) y esperamos seguir viendo esto en el trabajo del director.

Sin saberlo, nos hacía falta un autor joven lleno de nuevas ideas y con la capacidad de renovar convenciones cinematográficas que parecían gastadas hasta el cansancio. Sus películas demuestran algo en lo que creo fervientemente: no se trata de qué tan original es tu historia, sino de cómo la cuentas. Ahora tenemos a Saulnier, así que aprovechemos las joyas que nos ha dado y las que vendrán de este gran y prometedor cineasta.

https://www.youtube.com/watch?v=qI_DqgxNR7U